Las emociones forman parte inherente del ser humano y, por tanto, desde que nacemos ya está demostrado que empezamos a manifestar emociones cuando interactuamos con las personas más cercanas de nuestro entorno. Entonces, ¿por qué la educación emocional no ocupa un lugar más importante en el aula?
La escuela no es una excepción, y en nuestro proceso de enseñanza-aprendizaje las emociones influyen no sólo en nuestro rendimiento dentro del aula, sino que también influye enormemente en nuestras relaciones con los demás, compañeros de clase y maestros.
De ahí que sea tan importante incluir la educación emocional y que forme parte de nuestra manera de enseñar, y no se trata sólo de hacer actividades sobre emociones puntualmente, sino que abarca dos ámbitos del proceso de enseñanza-aprendizaje y que deben cumplirse ambos de forma equilibrada para que de verdad sea efectivo.
Por lo tanto es fundamental aclarar diferentes puntos sobre la educación emocional:
La educación emocional forma parte de la manera de enseñar del docente
Esto implica que el docente debe tener un conocimiento mínimo en la gestión de sus propias emociones. Por ejemplo, no sirve de nada que el docente trabaje el pensamiento positivo dentro del aula si él mismo pone etiquetas a los niños que en algunos casos, marcan de por vida. Lo que sí está demostrado, es que la forma de ser, actuar y relacionarse con sus alumnos de un docente les influye y mucho a la hora de aprender.
La educación emocional tiene que ser parte de la programación del aula
Lo que implica en este caso que se dedique un tiempo fijo y estipulado durante el día o la semana a trabajar diferentes aspectos de la inteligencia emocional. Por ejemplo, se puede aprovechar cuando entras del recreo cada día para practicar la atención plena unos minutos; o hacer una asamblea de emociones todas las mañanas al entrar después de dar los buenos días.
La importancia de educar siempre con y desde el corazón
Los niños pasan muchas horas en el colegio y junto a sus padres, los docentes somos una de las figuras de referencia en las que confían, admiran y quieren, por lo que debemos tener en cuenta que dejaremos huella en su corazón para siempre. Y ¡ojo! No quiero decir que el aprendizaje de conocimientos no sea importante, todo lo contrario.
Al colegio vamos a aprender conocimientos, pero sí es verdad que hay personas que piensan que las emociones para nada intervienen o influyen en ese proceso de enseñanza-aprendizaje. De hecho, ya son muchos los profesionales los que apoyan un estilo de enseñanza equilibrado, donde la parte cognitiva y emocional se complementen una a la otra.
Conclusión
Por último, me gustaría resaltar que incluir la educación emocional se debe hacer desde el primer ciclo de infantil, ya que muchas veces cuando queremos intervenir en primaria, los niños llevan una mochila de vivencias y emociones no resueltas tan cargada que se hace no imposible, pero sí mucho más difícil. Sabemos que la administración con sus papeleos y la poca atención que presta a los docentes no ayuda absolutamente nada para ello.
Tampoco ayuda al apoyar al equipo docente ni en darle formación al respecto según las necesidades de nuestra sociedad de hoy en día. Parece no darse cuenta de que los niños están creciendo en una sociedad mayormente narcisista con una autoestima muy baja. La clave es cambiar todo ello dentro de nuestras posibilidades, y es cambiar desde nuestro pequeño universo que es nuestra clase.
Y es que los niños no sólo nos recordarán por lo que APRENDIERON, sino que también recordarán cómo les hicimos SENTIR.
Marisol García,
Educadora Infantil, Experta en Inteligencia Emocional por la UNIR y Creadora de contenidos educativos.
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